viernes, 9 de octubre de 2015

CHARLES FREDERICK WORTH- PADRE DE LA ALTA COSTURA


Honrado como el padre de la Alta Costura, su histórica contribución a la moda es legendaria.  Charles Frederick Worth nació el 13 de octubre de 1826 en Bourne-Lincolnshire, Inglaterra. Hijo de una familia adinerada a sus 12 años se vió obligado a trabajar; triste consecuencia tras la pérdida del patrimonio familiar, resultado de la irresponsabilidad de su padre, un asiduo apostador en juegos de azar. Su primer empleo fue en Swan & Edgard un almacén de tejidos en Londres, para 1845 trabajó en Lewis & Allenby, comerciantes de tejidos de lujo y proveedores de la reina Victoria, a sus 18 años ejerció como aprendiz en una sastrería donde se especializó en este ancestral oficio. 


En el siglo XIX en la calle londinense Savile Row ubicada en el barrio Mayfair de Westminster era el distrito donde se generaban para el resto del mundo las más elegantes tendencias en sastrería masculina, pero la ciudad francesa de París era el reinado mundial, que dictaba las directrices de la moda femenina, en esta ciudad se encontraban los mejores proveedores de insumos para la confección y los más prestigiosos artesanos de la moda. París ofrecía la suntuosidad a una clientela que consideraba la moda como parte imprescindible de su exclusivo y ostentoso estilo de vida. Esta ciudad era el lugar ideal para Charles Frederick Worth.  

Worth visitaba en su tiempo libre, la National Gallery, motivado por la gran admiración que sentía al admirar los maravillosos vestidos que aparecían en los cuadros pintados por los viejos maestros. En 1946 impulsado por su sueño, se trasladó a París a probar suerte, encontrando una oportunidad en Gagelin et Opigez, uno de los grandes almacenes y más prestigiosos de la moda en París. En poco tiempo Worth logró hacerse socio de este almacén, gracias a los vestidos que diseñó y confeccionó a su prometida Marie Augustine Vernet, quien pronto se convirtió en su esposa. La clientela de la Maison Gagelin notó la belleza de estos vestidos, tanto así que en 1851 la empresa decidió abrir un departamento dirigido al diseño y confección a la medida, con Worth como director creativo.

       
En 1851, Gagelin et Opigez participó en la Exposición Universal de Londres, la primera exposición mundial, ganando para Francia la medalla de oro con una cola de corte creada por Worth, confeccionada en seda blanca y bordada en hilos de oro (valorada en el elevado e inusual precio de tres mil dólares), en 1855 nuevamente se hace acreedor de la medalla de oro en la primera Exposición Universal de Francia.  Ésta fue la gran oportunidad para Worth y el detonador de su éxito comercial. Asociado con el sueco Otto Gustaf Bobergh, fundó en el otoño de 1857 la Maison Worth en el número 7 de la rue de la Paix.  Worth era el genio creativo; Bobergh, se ocupó del aspecto comercial. No habrían podido escoger un mejor momento. La Francia del segundo imperio estaba gobernada por Napoleón III y su esposa Eugenia de Montijo, quienes quisieron hacer de París una gran ciudad imperial.


Madame Worth fue la primera en darse cuenta de la importancia que podían tener la emperatriz y las damas de la corte en la expansión del negocio de Charles.  Marie Augustine manejó el asunto de forma indirecta, visitando a la princesa Pauline de Metternich, esposa del embajador de Austria, a quien mostró un cuaderno con diseños de Worth. Madame Chiffon (apodo de la embajadora), se indignó ante la idea de que un inglés pretendiera vestir a las francesas, pero al ver los diseños se entusiasmó y encargó dos modelos, un conjunto para el día y un vestido de flores de tul drapeado para la noche. Cuando la Emperatriz Eugenia vio a Pauline en la Tullerías con este vestido de tul, le preguntó el nombre de su couturier, vertiginosamente la emperatriz se convirtió en la mejor clienta de Worth. Con esta importante cliente, pronto se convirtió en el proveedor de la corte francesa y como consecuencia, en el proveedor de todas las cortes europeas. Entre sus clientas se encontraba la Reina Victoria amiga de Eugenia, la emperatriz Isabel de Austria (Sissi); actrices como Sarah Bernhardt, grandes damas de la sociedad y alguna que otra demi mondaine.


Para esta época los couturiers permanecían en el anonimato, las damas ordenaban los diseños tomados de revistas y hacían cambios a criterio propio, contradiciendo esta costumbre, Worth diseñaba sus creaciones y sus clientas elegían sin emitir opinión. Él fue el primer modista o diseñador que atendió en su propio atelier. El couturier para sus pruebas elaboraba cada diseño en una toile, un prototipo del vestido hecho en liencillo, este modelo se ajustaba a las medidas de la clienta para luego ser  confeccionarlo en las telas adecuadas y con el acabado exigido. Para proteger sus creaciones estas llevaban una etiqueta con su firma, de esta forma no sólo aseguró su autoría, sino que creó la MARCA, distintivo inconfundible de una casa de modas. Siguiendo las pautas de Rose Bertín, Worth elevo al modista al estatus de gran couturier y a la categoría de artista. El nombre del couturier era ya más importante que el de las damas que lucían sus creaciones.


La contribución de Worth a la historia de la moda es legendaria, fue el primer couturier en producir colecciones completas para cada estación del año (en primavera y otoño), y no simples vestidos aislados, exhibía sus vestidos en maniquíes vivientes, mostrando como lucirían los vestidos en forma natural y dando vida a sus diseños, de esta forma instauró los desfiles de moda para la presentación de colecciones. Worth no sólo se preocupaba de sus creaciones, sino que escogía los peinados, los accesorios y las joyas que realzarían cada vestido, con lo que enseñó sutilmente a su clientela a combinar los conjuntos de manera armoniosa.


El ambiente de la Maison Worth ha sido comparado con el de una embajada, donde reinaba una absoluta discreción. La caída del Imperio en 1870 y el advenimiento de la República no hicieron mella en el éxito de Worth. Las monarquías española, italiana, holandesa y rusa, así como las ricas herederas americanas y las luminarias del mundo artístico, permanecieron fieles a sus creaciones. Ese mismo año se separó de su socio, Bobergh, quien regresó a Suecia por temor a la situación política. Su casa se convirtió en una empresa familiar a la que pronto se incorporaron sus dos hijos: Gaston y Jean-Philippe, que aseguraron el relevo, el primero ocupándose de la gestión y el segundo de la creación.


En 1871, Worth explicó a la revista inglesa Blackwoods los hábitos de consumo de su clientela internacional: las francesas eran hábiles ahorradoras, las inglesas no solían hacer locuras y las alemanas eran las que menos se interesaban por sus trajes. Sus mejores clientas eran las rusas y las norteamericanas: algunas de ellas gastaban en sus salones más de 4.000 libras al año. En 1897, las clientas podían encargar diseños de Worth por teléfono, por correo o visitando una de sus tiendas en Londres, Dinard, Biarritz o Cannes.


Charles Frederick Worth murió el 10 de marzo de 1895. Gastón contrató a Paul Poiret, un novel diseñador que destacaba por su creatividad. Durante dos años, Poiret intentó hacer evolucionar la filosofía de la casa para pasar de la pura elegancia a una elegancia más práctica. A pesar de que sus esfuerzos no coincidían con las ideas de Jean-Philippe, el joven creador consiguió llevar la empresa en una nueva dirección que resultó ser adecuada, ya que a principios del siglo XX, con la desaparición o el declive de la mayoría de las cortes europeas, el mundo de la moda ya no era el mismo.


Los hijos de Worth dejaron una duradera huella en la moda. En 1910, Gaston Worth se convirtió en el presidente de la Chambre Syndicale de la Haute Couture, institución creada para velar por la calidad de la alta costura y luchar contra la piratería; Jean-Philippe Worth también fue nombrado presidente en 1923, durante su dirección logró que los trabajadores de la industria de la moda obtuviesen vacaciones pagadas. También desempeñó un papel crucial en la fundación de la École de la Couture Parisienne, entidad de formación profesional creada en 1930.


La Maison Worth se extendió ampliando su mercado, lanzando en 1924 su primer perfume, Dans la Nuit, le siguieron otros diez. El negocio de los perfumes sobrevivió a la casa de moda, que fue adquirida en 1954 por Paquin, y de esta alianza surge la firma Worth-Paquin, cerrando definitivamente dos años después. 


Tres características de la empresa de Worth son las que establecieron los fundamentos básicos de cualquier casa de modas: 

  • Dirección personalizada por un director creativo,  actualmente llamado diseñador.
  • Presentación de colecciones para cada temporada del año. Quedando estructurada la moda para las temporadas: primavera/verano y otoño/invierno. 
  • Presentación y exhibición sobre maniquíes vivientes. Institucionalizando la pasarela para la presentación de colecciones, showrooms, y en definitiva, las casas de moda.


El ejemplo de Worth fue seguido inmediatamente por otros pioneros en toda Europa. Pero la importancia de que la moda comenzara a ser una actividad industrial repercutió no sólo en el textil, sino en otros sectores, el fenómeno moda cambió sustancialmente; naciendo así la moderna industria de la joyería, la del calzado, la peletería, que pronto se integraron a la Alta Costura, y la perfumería que con el tiempo ha alcanzado una gran importancia. De esa época datan marcas prestigiosas que aún perviven: Guerlain perfumes, Cartier en joyería y Revillon en peletería.


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martes, 6 de octubre de 2015

MAISON GUILLET DE PARÍS-ARTE, MODA Y FLORES

Las flores han sido utilizadas como ornamento desde lo más remoto de la historia humana, la belleza de sus formas, colores y aromas están grabados en nuestra memoria colectiva. Las diosas de la mitología greco-romana eran representadas portando guirnaldas o tocados florales, los mismos reyes, héroes y atletas se han mostrado luciendo coronas florales.  La belleza, la ingenuidad, el amor, la dulzura y la primavera son símbolos que indiscutiblemente se relacionan con las flores. Muchas leyendas están asociadas con ellas, en Egipto se cuenta que el dios Ra emergió de un loto, relacionándolo con la aparición del sol y el ocaso, pues esta flor solo muestra su belleza con la luz solar; en la India simboliza la divinidad, la fertilidad, la riqueza, la belleza, el conocimiento y la ilustración, el mismo Buda es representado sentado sobre ella, indicando su nacimiento divino. Las rosas están consagradas a la diosa griega del amor y la belleza, en Babilonia se encontraban en sus jardines colgantes y en el Antiguo Egipto ejercían un gran influjo; se cuenta que Cleopatra dormía entre almohadas rellenas de pétalos de rosas. 

En la historia de la moda las flores lograron su inmortalidad gracias a la réplicas en género textil, acocadas o troqueladas, las telas se convirtieron en magnificas creaciones florales. Desde el siglo XVIII en Francia, gracias a la influencia de Madame Pompadour, las flores artificiales se convirtieron en el ornamento favorito de las damas del Rococó. Vestidos, sombreros, tocados y bolsos de mano, eran ornamentados con este delicado artículo textil. Su uso se extendió por el periodo Neoclásico, el Romanticismo, el Victoriano y la Belle Époque hasta nuestros días.  

En el siglo XIX las técnicas de manipulación textil para la elaboración de flores artificiales se perfeccionaron, logrando confundir al floricultor más experto. Estas técnicas utilizan herramientas metálicas como acocadores y troqueles. Las telas se almidonan y se les da forma, ejerciendo presión sobre ellas con los moldes, que previamente han sido sometidos al calor, dejando una impresión sobre los tejidos;  una vez que se le ha dado forma natural a estos pétalos, se ensamblan de diversas formas logrando magnificas creaciones artesanales. En la Belle Époque en París, surgieron cantidad de talleres artesanales dedicados a la creación de flores y complementos para la moda, que abastecían a los grandes diseñadores.


En 1896 es fundada por Marie Guillet la Maison Guillet, que por tres generaciones ha surtido de flores artificiales a las más prestigiosas casas de Alta Costura y del Prêt-à-porter: Chanel, Rykiel, Jun Ashida, Ashley Ischam, Guerlain, Cartier, Lancôme, Cacharel, Dior, Ungaro y Lacroix. Esta casa también ha trabajado para la Ópera de París, así como para decoradores y artistas de renombre.

Durante más de un siglo los artesanos floristas de la Maison Guillet reproducen e interpretan el mundo vegetal, logrando magnificas flores que realzan las sublimes creaciones del Haute Couture, utilizando la seda, el terciopelo, los encajes, la muselina, el percal y otros materiales como las plumas, el crin y el PVC.


Sus floristas artesanas son conocidas como las mujeres con dedos de hadas, pues sus flores son el producto de la magia y la experiencia. Los archivos de la Maison Guillet, guardan moldes, troqueles y patrones de más de cien años, que se han convertido en un patrimonio cultural para la nación francesa y para el mundo.


Este ancestral taller ofrece colecciones para cada temporada de la moda, combinando su experiencia con la innovación de técnicas y nuevas tendencias, desarrollando sus líneas de flores, accesorios y complementos para la moda. Para muchos conocedores, las flores en la moda son un recurso inagotable que perdurará por siempre.






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ARTE PLUMARIO EN LA MODA - MAISON LEMARIÉ

El uso de las plumas como ornamento se remonta a la prehistoria; el ser humano desde sus inicios históricos ha tratado de destacar utilizando los recursos que la propia naturaleza le brindó. El hombre prehistórico, como MACHO ALFA, emuló a las aves que despliegan sus bellos plumajes atrayendo a las hembras para poder copular, se  alimentó de estas presas sin desperdiciar sus plumas usándolas como aderezos en sus tocados. En el México prehispánico se utilizaron gran cantidad de ornamentos hechos con plumas del quetzal y de otras aves de la región, con el descubrimiento de América, al igual que un sinfín de nuestros tesoros, las plumas de nuestras exóticas aves fueron llevadas a Europa. Cuando Cristóbal Colón regresó a España en 1496 de su segundo viaje, le regaló a Isabel de Castilla un abanico de plumas. 


El arte plumario causó gran impacto en las sociedades europeas marcando tendencias desde el Renacimiento hasta nuestro días. Para 1820 las plumas adornaban los estrambóticos tocados del romanticismo, en la Belle Époque estas destacaban por doquier y se aplicaban en sombreros, estolas y hasta en artículos para la decoración. Fue en 1890 que la industria plumaria experimentó su mayor éxito en ventas. Con el excesivo uso de las plumas surgieron protestas públicas y en Estados Unidos la Sociedad Audubon logró que se dictaran regulaciones de prohibición para la caza, importación y venta de algunas aves silvestres, temiendo su posible extinción. Para el 1900 en Francia existían más de 300 artesanos dedicados a la producción de artículos con plumas. Los vestuaristas de óperas, ballets, revistas de cabarets parisinos como el Lido, el Folies Bergère, el Moulin Rouge y las casas de alta costura parisina se surtieron de los artesanos plumarios para elaborar sus magníficas creaciones. 

De estos artesanos destaca la Maison Lemarié, fundada en 1880 por Palmyre Coyette. André Lemarié dirigió el negocio familiar desde 1946, colaborando con nombres como Balenciaga, Nina Ricci, Dior, Lacroix, Givenchy, Valentino, Dolce & Gabbana, Armani,  Jean Paul Gaultier , Yves Saint Laurent  y Chanel. Apoyando el control de especies en peligro de extinción, Lemarié actualmente utiliza plumas de aves comestibles que no son protegidas por estas instituciones, como las de gallo, faisán, avestruz y otras, además, existen granjas especializadas en la crianza de aves para consumo plumario, criadas en óptimas condiciones, bien alimentadas, sin sacrificarlas, con certificación veterinaria y solo son utilizadas aquellas plumas que pierden de forma natural; sin embargo conservan exclusivos y antiguos stocks de plumas exóticas como las de garza, pavo real, ibis escarlata o aves del paraíso.


Artesanos altamente calificados trabajan arduamente para Lemarié, seleccionando, tiñendo, peinando, cortando y ensamblando las hermosas plumas aplicadas en tocados, accesorios y vestidos para las casas de alta costura así como para los impactantes vestuarios de las revistas de cabaret. Las largas jornadas, dedicadas a la elaboración de una sola prenda, demuestran la increíble paciencia y habilidad de los trabajadores  de esta prestigiosa casa.
André Lemarié fue apodado por el diseñador Karl Lagerfeld como “el señor de las camelias”, pues además de plumas, elabora unas 20.000 flores para las casas de Alta Costura, entre las que destaca la camelia, favorita de Coco Chanel o la medusa, reinterpretación de la camelia hecha con plumas de avestruz; las camelias se introdujeron por primera vez en la década de los sesenta y se han convertido en un sello icónico de la marca Chanel. La Casa Lemarié también se especializa en fruncidos y volantes.
 

En 1996, Chanel compró la Maison Lemarié, integrándola al grupo de empresas Paraffection, cumpliendo de esta forma con la noble causa de mantener vigente el tradicional arte plumario francés que corría el peligro de desaparecer. Sin embargo, Lemarié no trabaja exclusivamente para Chanel pues es libre de elaborar sus magníficas creaciones asistiendo al resto de las prestigiosas marcas de Alta Costura.
 



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lunes, 5 de octubre de 2015

ROSE BERTIN LA COSTURERA DE LA REINA-MINISTRO DE LA MODA DE PARÍS

Las tendencias de la moda francesa fueron muy influyentes durante el siglo XVIII. El mundo elegante siguió el ejemplo de la moda de París. Hasta aproximadamente 1675, la ropa de los altos estratos sociales era confeccionada por sastres o por sus sirvientes pero, a partir de ese momento, la tarea pasó a manos de los couturièrs. Las damas utilizaron los servicios de las couturières y sombrereras, que se convirtieron en verdaderas creadoras de la moda.
En Francia, la “MAESTRA COUTURIÈRE”, encargada de realizar los vestidos y las sombrereras consiguieron imponerse en una profesión hasta entonces dominada por los hombres. Gracias a Rose Bertin, las comerciantes de modas pasaron de ser simples costureras a convertirse en reconocidas creadoras ya que hasta entonces, la mayoría trabajaba en el anonimato. Rose Bertin empezó a promocionarse ofreciendo sus servicios a las damas de la alta sociedad. Poco tiempo después, asumía el doble papel que representaba ser couturière de la reina y “Ministra de la Moda” de París. Ella fue una perspicaz mujer de negocios, capaz de crear y dirigir una empresa que empleaba a numerosas trabajadoras. Aportó un sistema precursor de la firma, pues en sus vestidos hechos a medida inorporaba un monograma con sus iniciales.
A sus 16 años se trasladó a París para formarse en el arte de la confección. Se inició como aprendiz en la boutique Au Trait Galant y a sus 29 años se arriesgó montando su propio negocio, al que llamó Au Grand Mogol, donde se inició vendiendo cofias, casquetes y bonetes, velos de gasa, pañoletas de encaje y batista, guantes bordados, sedas y muselina.  Las damas elegantes acudían en masa a su tienda de la rue Saint-Honoré, entre ellas estaban Madame Polignac y Madame de Guiche.


Ella fue descubierta por María Antonieta poco tiempo después de su coronación en 1774. Durante dos décadas diseño para la joven Reina los más excéntricos atuendos de estilo rococó, impactando a la corte de Versalles, quienes antes habían criticado a la soberana por su sencillez y sus modales provincianos. Este dúo con gustos atrevidos, marcó las tendencias de la moda del Rococó tardío, contribuyendo a liberar a la mujer de los preceptos del vestir en su tiempo. Rose acudía dos veces a la semana a Versalles para probar a María Antonieta y la corte criticaba el hecho de que esta plebeya tuviera acceso a la áreas privadas de la reina, honor que pocos tenían, ya que era visto como inapropiado. La corte se escandalizó desde el inicio de su relación,  no entendían que mademoiselle Rose tuviera acceso a la Reina, además, para asombro de muchos, la diseñadora expresaba  abiertamente que no trabaja para ella, sino con ella. En los pasillos de Versalles la tildaban de arrogante, despótica e insolente. Pero la envidia y la rivalidad solo aumentaron su reputación.


Con María Antonieta como su mejor clienta, la puerta de Au Grand Mogol no tardó en colgar el letrero de «Proveedora de la corte». Pronto recibió de la Reina el mayor honor concedido a costurera alguna, en agradecimiento al éxito logrado en la corte de Versalles gracias a sus creaciones,  la monarca le otorgó el título de “MINISTRE DES MODES”. Este cargo pronto dio la vuelta al mundo y comenzaron a lloverle encargos de Rusia, Suecia, Austria, Inglaterra,  llenando las arcas del negocio. Las creaciones para María Antonieta corresponden al pomposo estilo rococó,  pero Bertin durante el periodo pre-revolucionario trabajó con las tendencias inglesas, confeccionando vestidos inspirados en el redingote masculino, usados para las veladas campestres y para montar a caballo, de igual forma desarrolló sencillos vestidos de inspiración pre-neoclásica, cuando la Reina empezó a retirarse a su Pequeño Trianón, palacete privado donde llevaba una sencilla vida rural, Rose diseñó vestidos sueltos en muselina, ajustados solamente con lazos de cinta y en delicados tonos pastel, azul celeste, rosa empolvado y cheveu de la reine, implementando en la corte de Versalles y en París la moda à la Trianon. 



En la primavera de 1789 amplió su negocio de modas, extendiéndose a más de 30 empleados en el taller. Su pasión por el negocio de la moda la mantuvo al margen de los acontecimientos revolucionarios y poco le preocupó los levantamientos en las calles parisinas, así como tampoco despertó interés por la toma de la Bastilla el 14 de julio. Pero los sucesos de la época se precipitaron y la familia real fue obligada a trasladarse a París. La estampida de las nobles familias francesas comenzó para esta fecha y a pesar de la situación social y política, Rose Bertin siguió produciendo moda para sus clientes en el extranjero, incluso, cuando la reina fue arrestada tras un fallido intento de huida, Rose siguió recibiendo pedidos y produciendo. Fue en febrero de 1793, que mademoiselle hizo su equipaje para poner rumbo al exilio y  refugiándose en Viena para luego instalarse en Londres, donde descubrió que la Revolución había resultado ser un extremado nivelador social ya que algunas de sus anteriores clientas se habían convertido en sombrereras, costureras e incluso sirvientas.
Ocho meses después, la Reina fue decapitada en París. Para su ejecución, María Antonieta Reina del Rococó Tardío, lució un sencillo vestido blanco, una cofia de lino, medias negras y zapatos en seda de color ciruela. Rose Bertin regresó a París en 1795, donde había dejado a su sobrino a cargo de los talleres de confección, pero no logró encajar en esta nueva etapa de la historia francesa, la “Ministro de la Moda” falleció en 1813 a sus 66 años en su maison.  En 1814, cuando Luis XVIII se hizo cargo de la regencia, la familia real mandó invitar a la Ministra de la Moda, al enterarse de la muerte de la «divina Bertin», lloraron tristemente la perdida de tan valioso personaje de la moda francesa.


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